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El proyecto nacional es basura

Expertos, esa plaga absurda, que con cara seria, llenos de gráficos y con vocabulario complicado tratan de impresionar al pueblo ignorante. En verdad, las personas comunes son los expertos. Estos supuestos expertos -quienes sin ruborizarse dejan que se los llame así- desconocen la naturaleza del ser humano. Desconocen que cada individuo es distinto, es peculiar, es único, es irrepetible, es, en suma, extraordinario. Que cuanto más se asciende en la escala biológica mayores son las diferencias hasta que, dentro de lo conocido, llegan al grado sumo en el ser humano. Que las diferencias son bioquímicas, fisiológicas, anatómicas y, sobre todo, psicológicas. Que nuestras valoraciones, gustos, preferencias, vocaciones, inclinaciones, pensamientos, apreciaciones son distintas. Y para que cada uno siga su camino es menester que se lo respete. Que se considere sagrada su autonomía individual. Que en los arreglos libres y voluntarios necesariamente las partes involucradas ganan. Que la ganancia es psíquica y dependerá de cada uno en qué consista específica y concretamente esa ganancia.

Los grandes artífices del proyecto nacional

Claro que los inventores del proyecto nacional no limitan sus imposiciones al terreno mercantil, extienden sus tentáculos al campo de la cultura, el deporte, la salud, la vejez y toda manifestación humana susceptible de control por parte de quienes detentan la fuerza bruta.
Estos tecnócratas del proyecto nacional se sienten iluminados por el mero hecho de mudarse de sus casas a la casa de gobierno. Estos enanos del pensamiento no alcanzan el comprender la dispersión del conocimiento en la sociedad y que «todos somos ignorantes, sólo que en temas distintos». En realidad, aunque supieran cuáles son las preferencias de cada uno dé los integrantes de la comunidad, tampoco se justificaría el uso de la fuerza. Por otra parte, si los gobernantes del proyecto nacional van a proceder en el mismo sentido en que hubieran procedido los ciudadanos, no se ve la justificación para la intromisión violenta, como no sean nuevos puestos en la burocracia con sus correspondientes gastos adicionales. Pero, en realidad, hay sólo un modo de saber cómo hubieran actuado los individuos y cuáles hubieran sido sus respectivas valorizaciones: dejarlos actuar en libertad.