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De caudillos y masas
El comportamiento de la sociedad frente al acontecimiento fue variado. Los kirchneristas alcanzaron para sobrepasar la plaza, con el agregado de muchos curiosos, el clásico público de los acontecimientos mediáticos, todos ellos muy atentos a saludar ante las cámaras. En el resto de la sociedad, una amplísima mayoría -que no se vio en televisión- hizo su vida normal; en las calles, en los cafés no se notó un clima de tristeza ni desasosiego. En la plaza, incluso, hubo cierto aire festivo entre los grupos juveniles de clase media que contrastaban con las tradicionales columnas sindicales esta vez mermadas.
Estos delirios de unanimidad a los que son tan afectos muchos argentinos muestran el persistente culto de los héroes, la creencia en los caudillos salvadores, principal obstáculo para la construcción de una sociedad democrática de hombres libres, iguales y responsables de su propio destino. La incertidumbre que ahora cunde por un posible vacío de poder debería atribuirse no a la muerte del líder, sino, por el contrario, a la persistencia del viejo caudillismo y a la debilidad de un sistema democrático de partidos y de instituciones sólidas que avalen la continuidad y la estabilidad política, más allá de las contingencias de los individuos.
Ya en «Buenos Aires, vida cotidiana y alienación», Sebreli adelantaba la relación sentimental” del caudillo con la masa. (Ese libro tiene 46 años)
Los argentinos tenemos cierto gusto inexplicable por lo autoritario y caudillista; esa es la unica explicacion que le puedo dar al hecho de que tipos como Rosas, Yrigoyen, Peron y el Nestor hayan tenido el apoyo que tuvieron.
En definitiva, deberiamos erradicar los malos habitos.