El gobierno y la destrucción de la moral

Lean a Robert Higgs, no tiene desperdicio:

No obstante, cuando un gobierno ha estado arraigado en una sociedad durante largo tiempo, sus exacciones se tornan una “triste realidad”, una cuestión de “así son las cosas”, y la gente tiende a perder su percepción de que obtener algo del gobierno equivale a recibir propiedad robada porque el gobierno, careciendo de algo que le pertenezca legítimamente, solamente puede dar lo que injustamente ha arrancado de otros. Los gobernantes, apoyados por su intelectuales mantenidos, hacen todo lo posible para tejer un manto de legitimidad en aras de disfrazar su saqueo, porque al hacerlo morigeran las dificultades de extraer la riqueza de de los propietarios legítimos.

En algunos casos, especialmente en sociedades con gobiernos que intentan justificar su existencia y sus acciones en fundamentos “democráticos”, muchos individuos pueden ser engañados por este acto de prestidigitación ideológico. Pueden en verdad creer que “nos gravamos a nosotros mismos” de modo tal que los mandatarios que “elegimos” pueden disponer del botín de maneras por las que “votamos” fallando en apreciar el abismo que separa a esta prístina visión ideológica de los sórdidos hechos palpables.

Una vez que esta clase de pensamiento se vuelve predominante, sin embargo, sirve para santificar formas especificas de depredación sin ningún límite claro. La gente empieza a creer, o al menos se esfuerzan por convencerse a sí mismos, que cualquier cosa que el gobierno pudiese estar listo para otorgarles, ellos poseen en consecuencia un perfecto derecho a recibirla. En este punto, se ha perdido todo contacto con la genuina moralidad, y en virtud de que una sociedad de sociópatas no puede permanecer viable en el largo plazo, la nación que se embarca en este curso ha zarpado hacia su propia ruina.

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