Una noche porteña

Mi noche de sábado estuvo signada por el cariño que me tiene el gobierno que me quiere cuidar, aunque todavía no pude descubrir de que.

Era sábado, y a las doce menos cuarto de la noche  me dispuse a salir de mi casa, mi primer objetivo era comprar cuatro botellas de cerveza que me habían pedido que compre.  Me entero que a partir de las 10 de la noche no se pueden vender alcohol en los kioscos. Ya me había olvidado, esta medida rige desde el 2003. A las 11 50, una amable kiosquera me explicó de la regulación vigente, y de que solo vendían a través de delivery, pero el delivery sólo puede funciona a hasta las 12.

Recapitulemos, en el año 2003, en el gobierno de Ibarra, se prohibió la venta de alcohol en kioscos, y otros establecimientos, después de las 11 de la noche (ahora, a las 10). A partir de esa ley surgió, como no iba a ser de otra manera, el modo de delivery, ya no era necesario ir a comprar el alcohol, te lo llevaban a tu casa, y nadie te decía hasta que hora tenías que comprarlo. Luego, el delivery también fue limitado y ahora las entregas son solo hasta las 12 de la noche. Todavía no me pude introducir en algún nuevo mercado negro de alcohol nocturno, que existe es seguro, ya lo voy a descubrir.

Eran recién la 12 05, y no había podido  comprar las cervezas, ni en el kiosco, ni por delivery.

Mientras pensaba como conseguirlas, me para un control de la Policía de Tránsito, me dicen que me tienen que hacer una multa. Motivo: No llevar cinturón de seguridad.

Mientras seguía manejando, me preguntaba: ¿Acaso no tengo la edad suficiente para decidir si quiero ponerme o no cinturón de seguridad? ¿Necesito realmente que el gobierno se preocupe por mi salud más de lo que yo creo necesario? ¿Cuál es el límite? Al mismo tiempo, no podía contestarme por qué motivo no podía comprar cuatro cervezas en un kiosco a las 11 40, ¿Quién les dio la potestad para decidir cuándo se puede vender alcohol y cuándo no? Yo seguro que no.

Llegué al destino, algo demorado por los agentes del gobierno que siempre buscan lo mejor para mi, pero al final llegué.

Mientras estaba con mis amigos, pude sentir el olor a marihuana de mala calidad que estaban fumando los del balcón vecino, ese olor tan característico que uno puede identificar cuando saben que se está fumando basura.

Por supuesto, eso se debe a los esfuerzos de todos los gobiernos de que no consumas determinada sustancia, la famosa prohibición de drogas, que  ha logrado que aparezcan verdaderos venenos en el mercado negro, y elimina cualquier incentivo para que empresas que quieran resguardar su reputación ofrezcan productos de calidad, protegiendo la salud del consumidor. La clandestinidad elimina cualquier tipo de posibilidad de crear una marca que respalde la producción y de esa manera los peores productos están disponible en el mercado negro.

La primera parte de la  noche terminó en paz.

Ya eran las 3 30, hora de salir. Después de pasar un buen rato con amigos,  decidimos ir a bailar, pero no iba a ser así de fácil,  un último obstáculo se nos  presentó. Era la ley 3361 que restringe la entrada a los boliches a partir de las 4, resulta que los legisladores decidieron que uno no puede ingresar a un boliche despues de las 4 a.m.  Para ellos, la hora mas adecuada para salir era antes de las 4, para mi no, pero eso no importa.

Por suerte la frustrada noche terminó ahí.

Este breve relato, que tiene parte de realidad y parte de ficción, nos da una pauta del estado de nuestras libertades, de como dependemos de la autorización de un burócrata para realizar actividades pacíficas.

La posibilidad de que cada uno pueda elegir su propio plan de vida que enterrada por la voluntad de los legisladores que imponen el plan que creen que es mejor para uno. Probablemente, mi plan de vida no sea aprobado por todos, pero mientras sea pacífico no es necesario tener la aprobación de nadie. En todo caso, es y fue tarea de mis padres educarme y guiarme en mis acciones, y no de los legisladores, el jefe de gobierno, o el presidente.

No pido mucho, sólo que me dejen en PAZ.