Los héroes de Galería Jardín

Los individuos tienden, en general, a relacionarse de manera pacífica. El comercio es, por excelencia, una de esas maneras. Las características  de un intercambio voluntario de bienes o servicios por otros bienes o servicios (o el dinero que obtuvimos por ellos) son únicas, dos personas cooperan mutuamente sin saberlo y ambas valoran más lo que reciben que lo que ofrecen, según sus propias percepciones.

Si éstas transacciones fuesen libres de cualquier intervención de un tercero, entonces podríamos afirmar que estamos ante una sociedad libre y pacífica, aunque en estos tiempos aparece en escena un tercero en discordia que juega con su propio reglamento.

Me refiero, por supuesto, al Estado. El Estado es un tercero que se entromete en esta interacción voluntaria y que exige su parte, como si tuviese derecho alguno sobre la propiedad ajena.¿Cuál es la contraprestación que ofrece el estado para tomar esa parte? Ninguna, o peor, violencia, imposiciones, encierro.

Esta situación se puede ver todos los días en el sitio de la AFIP, cuya función principal es jactarse de haber irrumpido en la paz del comercio, de haber agredido a aquellos que interactuaban de manera libre, de haber incorporado a ese acuerdo una dosis de violencia. En el dia a dia, este uso de la fuerza por parte del estado se ve reflejado en números, operaciones mátematicas y siglas (IVA, IIBB, AFIP, DGI, etc.), sin embargo muchas veces esa violencia emerge con toda su furia y se la puede ver en su estado más puro. Es el caso del allanamiento llevado adelante por  la AFIP en Galerías Jardín: 

La AFIP realizó ayer 35 allanamientos y detuvo a nueve personas en una investigación sobre maniobras que involucrarían un fraude impositivo por cien millones de dólares

El operativo se inició a primera hora de la mañana y alcanzó a 35 comercios y domicilios particulares en Ciudad Autónoma, Córdoba y Rosario. Quedaron detenidas seis personas en Buenos Aires y tres más en Córdoba. Dentro de este último grupo se encontraría el cabecilla de la banda. En los procedimientos se secuestraron también varios vehículos. Los directivos de la Cámara Argentina de Comercio (CAC) expresaron ayer su satisfacción por las inspecciones.

Qué mas claro que hombres de uniforme, armados, secuestrando gente y mercadería como contraposición a los acuerdos voluntarios que estaban celebrando segundos atras.

En este caso iban por unos hombres que entorpecían la expoliación estatal y facilitaban bienes evitando las costosas barreras que pone el estado entre la prosperidad y la gente: los contrabandistas.


El contrabandista es aquél que intenta minimizar el ingrediente estatal de las relaciones voluntarias, es aquél que mediante conductas pacíficas, aunque tipificadas ilegales por el ordenamiento jurídico, intenta eludir los controles estatales, ofreciendo de forma voluntaria los bienes que el estado se empecina en obstaculizar por diversos motivos. Los beneficios de sus actividades se ven reflejados en precios más bajos de los que se ofrecen mediante las vías legales. Los funcionarios nunca van a ver estos beneficios, son los pobres, los que no pueden contrabandear ellos mismos por falta de capital, los que aprovechan de los servicios brindandos en el mercado negro.

Walter Williams lo resume de manera brillante:

Los contrabandistas son unos héroes. La esencia de su mensaje es ésta: «Los tiranos que manejan el Estado quieren impedir o dificultar los intercambios libres y pacíficos entre individuos. Yo sé paliar el impacto de esa injerencia».

O como dice el Destructor de Mitos, en su elogio al contrabandista:

Cuando un estado cierra la economía o restringe de cualquier otra forma el comercio, lo que hace es desigualar. El estado regulador quita derechos a unos para hacerle la vida más fácil a otros (es decir, a las empresas protegidas). Y aquí aparece el contrabandista para equilibrar la situación, devolviéndole parte de sus derechos a los desposeídos y compitiendo contra los privilegiados. Ciertamente, el contrabando es ilegal, pero al mismo tiempo rebosa de justicia social.

Pero a pesar de todos los beneficios sociales que prodiga, ser contrabandista no es fácil… porque estar en contra del estado (y de su maquinaria de violencia) no lo es. El contrabandista debe estar dispuesto a asegurarse la lealtad de sus asociados y contrapartes y también a vivir en las sombras. Si el Estado lo descubre, sus días como contrabandista acaban súbitamente (y, quizás, también sus días como individuo libre).

Aunque normalmente no se encuentra valorada, su función social es inestimable: es un límite real y permanente al poder dominante.

Todo aquel que quiera una sociedad diferente (sea liberal, socialista, anarquista o comunista) debería considerar a los contrabandistas como verdaderos héroes. Ellos son la avanzada del cambio, los peones que hoy se sacrifican para ganar el juego en el futuro.

Después de todo, ignorando leyes se hicieron y se harán mejores sociedades.

Ya comentamos acerca de la inmoralidad del proteccionismo y en diversas oportunidades  [12345,] mencionamos lo estúpido que es emprender en estas prácticas. Hoy fue el turno de esos personajes, denostados por el estado, denostados por los amigos del poder, que se benefician de la violencia estatal en su favor estafando a todos, especialmente a los mas pobres,  hoy fue el turno de eso héroes anónimos: los contrabandistas. Salud!

Elogio al contrabandista

El siguiente texto fue publicado el 4 de noviembre de 2008 en Destructor de Mitos. Un sitio a cuyo autor agradezco porque junto a No me Parece fueron las primeras fuentes en Argentina donde veía reflejado esto de los «libertarians» de los cuales leía en internet y a quienes se asemejaba mi pensar.

Un espectro se cierne sobre el estado: es el espectro del contrabando. Contra ese espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias del viejo sistema social-estatal.

Los contrabandistas son personas que no esperan migajas de libertad, sino que toman lo que les corresponde y lo comparten con el resto.

El contrabandista simplemente ignora las imposiciones del estado. Hace de cuenta que este último no existe y, bajo las sombras, concreta lo que la voluntad del poderoso no quiere que exista.

Aduana
El aparato policial del Estado «cuida» las fronteras de los «peligrosos» contrabandistas.

El contrabandista es un verdadero liberal y, a la vez, un revolucionario de los pies a la cabeza.

Practica el libre-comercio más extremo, eludiendo todas las regulaciones, todos los impuestos y toda restricción.

Al mismo tiempo, su actividad es claramente revolucionaria, ya que erosiona las bases mismas del sistema social en vigencia. El contrabandista es el gran enemigo de los burgueses, porque toma su función pero desprendiéndose de la tutela estatal. Es un proletario que se ha cansado de serlo y quiebra todas las leyes para llegar al nivel del burgués. De ahí que los burgueses sean los primeros en extender el dedo acusador hacia el contrabandista. Son ellos, los burgueses, quienes no dejan de pedir el socorro estatal ante la «competencia desigual» del contrabando. Pero esas acusaciones son mentirosas, porque el contrabandista hace exactamente lo contrario: destruye la competencia desigual.

Cuando un estado cierra la economía o restringe de cualquier otra forma el comercio, lo que hace es desigualar. El estado regulador quita derechos a unos para hacerle la vida más fácil a otros (es decir, a las empresas protegidas). Y aquí aparece el contrabandista para equilibrar la situación, devolviéndole parte de sus derechos a los desposeídos y compitiendo contra los privilegiados. Ciertamente, el contrabando es ilegal, pero al mismo tiempo rebosa de justicia social.

El contrabandista puede ser considerado una suerte de comunista porque, además de enfrentar a la burguesía en su propio terreno, con su función da cumplimiento a la máxima “a cada cual según sus necesidades”. Aunque el Estado, los poderosos o la «sociedad burguesa» no lo quieran, el contrabandista provee a quien solicite su asistencia. ¿Se necesita tecnología extranjera prohibida? Ahí estará el contrabandista brindándola. ¿Alguien quiere drogas para ocultar su vida entre delirios? El contrabandista, amablemente, será su proveedor. ¿El clima de inseguridad hace que las familias requieran una protección adicional contra delincuentes? Las armas vendrán gracias al contrabandista. ¿Los automóviles importados son artificialmente caros debido a los altos aranceles? Los servicios de los contrabandistas harán que se ahorren miles de dólares.

También puede pensarse en el contrabandista como anarquista, porque tal como se dijo antes, le importa poco y nada el sistema estatal. De hecho, rendir tributo, es decir, pagar impuestos, no aparece entre sus necesidades. Y da así un golpe letal al Estado.

Pero a pesar de todos los beneficios sociales que prodiga, ser contrabandista no es fácil… porque estar en contra del estado (y de su maquinaria de violencia) no lo es. El contrabandista debe estar dispuesto a asegurarse la lealtad de sus asociados y contrapartes y también a vivir en las sombras. Si el Estado lo descubre, sus días como contrabandista acaban súbitamente (y, quizás, también sus días como individuo libre).

Por ello, el contrabandista debe ser duro y algo violento. Debe hacerse respetar e infundir miedo para evitar las traiciones. De ahí su mala fama.

No obstante, el contrabandista es un agente de cambio social. Es alguien que quiere algo e intenta concretarlo sin importarle la opinión ni la autoridad de los demás. Es alguien que no se conforma con el status quo y por eso trabaja afanosamente por una sociedad distinta. Por supuesto, a veces en forma inconsciente.

Aunque normalmente no se encuentra valorada, su función social es inestimable: es un límite real y permanente al poder dominante.

Todo aquel que quiera una sociedad diferente (sea liberal, socialista, anarquista o comunista) debería considerar a los contrabandistas como verdaderos héroes. Ellos son la avanzada del cambio, los peones que hoy se sacrifican para ganar el juego en el futuro.

Después de todo, ignorando leyes se hicieron y se harán mejores sociedades.

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