#HolaINADI, él es proteccionista

Imagino que muchos habrán visto alguna vez en Twitter, el hashtag #HolaINADI que acompaña numerosos «chistes» discriminatorios, o que incluso muchos ponen en sus respuestas a comentarios de ese estilo.

Admiro la vehemencia con la que reaccionan algunos en contra de estas descalificaciones, defendiendo la idea (a la cual lógicamente cualquier liberal adhiere) de que no deberían existir diferencias por sexo, raza, religión o nacionalidad. ¿Podría alguien no estar de acuerdo con que la «no discriminación» debería extenderse tanto como fuera posible? ¿Podría existir algo así como un límite después del cual no discriminar se volviera contraproducente o moralmente reprochable? Uno pensaría que no.

«Ahhh, sos chino? Entonces no podes entrar»

Sin embargo, no deja de llamarme la atención que la gran mayoría de las personas que parecen tan comprometidas con esa causa, la dejen absolutamente de lado cuando se trata de su aplicación a nuestras políticas de Comercio Internacional. ¿Qué motivo, más que la simple nacionalidad de origen, hace que algunos piensen que comprar un producto nacional es moralmente superior que comprar uno importado?

 «Prefiero comprar nacional, aunque sea más caro, porque así le doy trabajo a un argentino», me dijo una vez un amigo. A mí, que me gustaría ver el día en que las líneas imaginarias que dividen los países dejen de dividir a los seres humanos y que todos podamos ser ciudadanos del mundo, ese comentario me resulta absolutamente xenófobo.

Sé que ser consistente con las ideas es algo poco frecuente en nuestro país, pero festejar que inmigrantes de otros países latinoamericanos puedan venir a estudiar a Argentina a la vez que se defiende enérgicamente que los chinos no puedan vendernos sus productos me resulta absolutamente incoherente.

Chile tiene Desempleo del 6,2% con arancel aduanero promedio de 1%

El argumento de que así se favorece la Industria Nacional no solo es arcaico y ridículo, sino también profundamente inmoral. Es arcaico porque está absolutamente comprobado que las barreras aduaneras NO son necesarias para preservar las fuentes de trabajo: poder adquirir los mismos bienes a precios menores aumenta la riqueza de un país porque permite a sus ciudadanos contar con esos productos a la vez de disponer de más dinero para comprar otros, creando nuevas empresas y puestos de trabajo; basta con observar la tasa de desempleo chilena para ver que es solo un mito.

Es ridículo porque, como bien desarrolla un co-bloguero en sus posts Vivir con lo nuestro (I) y Vivir con lo nuestro (II), el concepto de la autosuficiencia dentro de un país no resiste el menor análisis: no solo que las fronteras dependen de factores totalmente accidentales, sino que también va en contra de cualquier lógica pensar que pasaría si intentáramos extrapolar ese comportamiento a las provincias, las ciudades, los barrios o hasta las familias (imagino niños de 12 años arando granjas para llevar algo de comida a la mesa).

Finalmente, creo yo que buscar “favorecer” la Industria Nacional mediante prohibiciones o trabas a las importaciones es completamente inmoral y discriminatorio, porque pretende poner un fin: favorecer a los ciudadanos argentinos (en la práctica solo se favorece a la industria protegida), como justificación para utilizar un medio abiertamente violento, coercitivo y xenófobo: prohibir a otros grupos de personas comerciar libre y voluntariamente, por el solo hecho de vivir en países diferentes. A esta altura es solo un detalle agregar que los más perjudicados tampoco son los productores extranjeros, que tranquilamente pueden vender sus productos en otro lado, sino los ciudadanos argentinos no alcanzados por la protección, tanto los consumidores, quedando obligados a adquirir bienes y servicios de menor calidad y/o a mayor precio (caso contrario las trabas aduaneras nunca hubieran sido necesarias en primer lugar), como los trabajadores de otras industrias, que ven dificultado su desarrollo por la menor disposición de recursos de los potenciales clientes.

La verdadera moralidad se da en los intercambios voluntarios, donde lo único que importa es el beneficio mutuo, y gracias a los cuales las sociedades llegan a ser libres, abiertas y respetuosas de los demás.

Ojalá llegue el día en que a los «progres» y demás paladines de la moral les moleste tanto que le tiren bolas de fraile y paragüitas de chocolate a la hinchada de Boca, como que Moreno siga al frente de la Secretaría de Comercio.

Acuerdo YPF – Chevron: Defendiendo mi Gataflorismo

Reza el refrán popular al que hizo alusión la presidente en relación al acuerdo YPF – Chevron:

Parece la gata Flora, que si se la meten grita y si se la sacan llora.

Así criticó Cristina Fernández a quienes, como yo, luego de advertir y protestar por la estatización de YPF, advierten y protestan por el nuevo acuerdo firmado con la compañía de capitales norteamericanos Chevron.

La idea detrás de la frase de CFK y también de las declaraciones de Kicillof, es que no se puede estar disconforme con que YPF sea estatizada, y que cuando recurren a un privado para la explotación de un yacimiento, la misma persona también esté disconforme. Pero es así. Ni una situación ni la otra, bajo las condiciones actuales, es deseable.

La Vaca Muerta por el Estatismo

La Vaca Muerta por el Estatismo

Si pensáramos que cualquier privatización, o que cualquier acción de una empresa privada es deseable, moral y eficiente, entonces estaríamos 100% de acuerdo con lo que hizo el menemismo y sin embargo no nos cansamos de señalar todo lo que diferencian a una situación de libre mercado, con la situación argentina durante los 90s. Aquellos que piensan que porque el gobierno firmó un acuerdo por la explotación de Vaca Muerta con un privado, la Argentina se encuentra ahora en la senda de la cordura económica, del cumplimiento de contratos y de promover la inversión extranjera productiva, están muy pero muy equivocados.

El acuerdo con Chevron, está viciado por donde se lo mire. Está a años luz del libre mercado, del respeto por la propiedad privada y de la igualdad ante la ley defendidos por el liberalismo. El único aspecto positivo que puedo llegar a encontrarle al mismo, es la confesión del gobierno, de que el estado no se pudo hacer cargo de la producción energética y de atraer inversiones que lleven al desarrollo. Punto. Ahí terminó.

Pero paso a explicar por qué este acuerdo está lejos de conformar a un liberal y a cualquier defensor de la propiedad privada, para que se entienda por qué apruebo al «gataflorismo» en esta cuestión:

  1. Chevron consiguió, estado mediante, privilegios por sobre cualquier otro ciudadano: Por lo que se pudo conocer del acuerdo, Chevron tendrá la posibilidad de importar a arancel cero, maquinaria y tecnología para llevar a cabo la explotación del yacimiento. Esto sería genial, si no fuera un privilegio que le da el gobierno. Cuando nosotros pedimos que se eliminen los aranceles aduaneros, lo pedimos para todos, no para los amigos del gobierno. Pero esto no será así para ninguna otra empresa, ni para ningún otro ciudadano. El gobierno, entonces, está imponiendo un interés sobre sus acciones y los de esta explotación, por sobre cualquier otro que puedan tener las personas. Es decir, no deja que los ciudadanos y las empresas dirijan las divisas a las áreas de mayor productividad sino que las redirige según lo que los chamanes del gobierno dicen que debe hacerse, y sobre todo a los bolsillos de los accionistas de Chevron. Además de tener aranceles cero de importación de bienes de capital y tecnológicos, Chevron tendrá también la facultad de girar sus ganancias hacia el país de origen de los accionistas. Es decir, que a diferencia de la mayoría de los argentinos, la petrolera norteamericana tendrá la capacidad de comprar divisas y utilizarlas a su conveniencia. No es que esto último sea algo malo per se, sino que el gobierno decide privilegiar a UNA empresa por sobre al resto de los ciudadanos que permanecen maniatados. Esto, lejos de ofrecer seguridad a los inversores, sean nacionales o extranjeros, es una muestra cabal de que todos estamos a merced de lo que decidan los funcionarios del gobierno. Un marco no muy beneficioso para cualquiera que esté arriesgando su capital. En resumen, Chevron no podría actuar como actúa Chevron y ganar lo que va a ganar Chevron si no fuera por los privilegios otorgados por el estado a ellos y a ningún otro. Cero libertad de mercado.
  2. El acuerdo no consolida, bajo ningún punto de vista, la propiedad privada en el territorio: No sólo vemos que la arbitrariedad y los privilegios son moneda corriente en este acuerdo, sino que nos lo quieren presentar como lo que no es: la consolidación de la actividad y la propiedad de los privados en el país. Para consolidar la propiedad privada en el país, primero deberían privatizarse en forma real los territorios de los yacimientos. Hoy los maneja el estado, nacional o provincial, a su antojo y concede privilegios a quienes ellos decidan. De ser esas tierras propiedad de privados, cualquier empresa que quisiera explotar el yacimiento, debería llegar a un acuerdo con cada uno de los propietarios para poder trabajar, y seguramente bajo muchas mejores condiciones que las que arbitrarimente impone el gobierno, que está situado muy lejos de la zona y que tiene muy poco interés en protegerla. Por otro lado encontramos el problema del daño ambiental del que se sospecha del «Fracking o Hydraulic Fracturing», el método de extracción que se utilizará en Vaca Muerta. En un régimen de protección integral de la propiedad privada y de los derechos individuales de las personas, debería tenerse en cuenta el daño que podría llegar a provocar este método de extracción en la propiedad y en la salud de los habitantes de las comunidades locales, que ante cualquier problema deberían ser resarcidos. Poco y nada se está hablando de cómo esta explotación, más allá de las publicitadas inversiones, afectará a los habitantes de la zona.
  3. El gobierno decide quiénes son más iguales que otros ante la ley: No sólo vemos a diario cómo pareciera que existe un conjunto de leyes que afectan a los ciudadanos argentinos y otro que afectan a los funcionarios y ex-funcionarios cómplices del robo y el latrocinio del gobierno, sino que el acuerdo entre YPF y Chevron no se regirá por las leyes que nos afectan a todos los demás ciudadanos, sino que el contrato se regirá por las leyes de Nueva York y cualquier conflicto se dirimirá en tribunales en París. Muchos ciudadanos querríamos quitarnos los grilletes de la inflada, anquilosada y liberticida legislación argentina, pero este es un privilegio que sólo se da a quienes prometan mantener al gobierno nacional a flote, trayendo divisas al país que el mismo gobierno necesita para continuar con sus negociados, latrocinios y la compra de votos populismo mediante.
  4. El clientelismo no es exclusivo de los pobres: Muchas veces cuando hablamos de cortar con el clientelismo porque mantiene al gobierno en el poder, muchos se imaginan que creemos que los pobres votan mal por un interés monetario y que ellos son los culpables de que el gobierno gane las elecciones. Pero nada está más lejos de la realidad. Esta clase de acuerdos muestran a las claras que el mayor gasto clientelar, populista y prebendario el gobierno lo realiza con las empresas cercanas y amigas al poder y no repartiendo dinero a los que menos tienen. Estos últimos siempre son los más afectados por las acciones del gobierno. Hay que desmitificar eso de que los pobres con su actuar son los que mantienen al gobierno en el poder, sino que hay un grupo de empresarios, sindicalistas y sectores privilegiados a lo largo y ancho del país, que no dejan de hacer negociados con el gobierno a pesar de la situación cada vez más calamitosa y restringida de la ciudadanía en general, jaqueada por la inseguridad, la inflación, la arbitrariedad gubernamental y el desmanejo económico.

¿El problema, entonces es Chevron? No, el problema no es Chevron. Chevron no podría obtener los privilegios que obtiene, sin un poder omnímodo y arbitrario como el que detenta cualquier gobierno argentino, y sin la ayuda de los ciudadanos que permitimos que pasen cosas como esta. ¿Y ustedes, opositores. qué proponen? Proponemos un esquema real de libre mercado y de defensa integral de la propiedad y de los derechos individuales, que lejos está de este acuerdo firmado por una corporación que consigue privilegios estatales. Chevron podría actuar en una sociedad libre, pero seguramente, sin la facilidad con la que lo hace, negociando con un único actor que detenta el poder concentrado. Es vital que en el país rija un verdadero federalismo, y no esta parodia de federalismo donde el gobierno nacional absorbe todos los recursos del país y luego los reparte según cómo las voluntades de las provincias se van arrodillando ante los intereses del poder ejecutivo nacional.

¿Me considero «una gata flora»? Para nada. Trato de ser consistente con mis ideas y de argumentar por qué puedo estar en contra de la estatización / confiscación de una empresa, y a la vez en contra de que se vuelva a cometer el mismo desfalco que en su momento se realizó con Repsol y las privatizaciones del gobierno menemista. Creo que lejos de ser dos posturas antagónicas, la posición del gobierno durante la estatización y con esta virtual «privatización» son dos caras de la misma moneda: la mafia del estatismo. Lamento profundamente que muchos ciudadanos hayan caído en el recurso fácil de exaltar el nacionalismo y justificar así las acciones de este gobierno, que lo único que busca es enriquecer a sus funcionarios mediante el robo organizado, con la impunidad que les asegura la compra y el avasallamiento de la justicia.

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