El estado de servidumbre

Hace dos años, motivo de un viaje al exterior, y coincidiendo con la pérdida de mi billetera  dos días antes del viaje(tarjeta de crédito, incluida), opté por comprar Traveller’s Cheques de American Express, de ese modo podía reponerlos en caso de perderlos, y me despreocupaba de andar con una cantidad importante — para mi  — de dólares en la valija. La operación fue sencilla. Un mediodia de mayo me dirigí a una sucursal del Banco Galicia y compre con mis dólares, los cheques de viajero en cuestión, sin ningún problema.

Hace unos meses, mientras intentaba ordenar algunos cajones, me llevé la sorpresa de encontrarme 100 dólares en cheques de viajero de aquél viaje que me habían sobrado, y que olvidé que todavía los tenía.  Que afortunado,  me dije a mi mismo, haberme cruzado con 100 dólares que pensé que ya no tenía. En realidad — me daría cuenta después —  me había encontrado el comprobante de mi esclavitud.

Pueden decir que se trata de una exageración, pero cómo llamar a un régimen donde mis acciones, y mis interacciones con los demás, se ven sometidas a la autorización de alguien que la única distinción conmigo es que se cree que por  haber sido elegido (elegida, en este caso) en un proceso electoral se convierte en el amo de todos los demás.  Hasta puede ser que digan que haya un papel que convalide ese poder, sepan disculpar pero yo no consentí nunca en convertirme en un esclavo de lo que las mayorías decidan, y si me dice que «este es el sistema» no cuenten conmigo para convalidarlo.

Volvamos a las oficinas de American Express. Soy el único en la fila de la ventana para hacer gestiones relativas a los Traveller’s Cheques, el guardia me dice «están hace 40 minutos», hoy en Argentina,  es más sencillo realizar un transplante de corazón que hacer cualquier operación que involucre dólares. Llegó mi turno, era hora de recuperar los 100 dólares que había cambiado en 2010, era una trámite simple yo le daba los dos papeles que firmaba American Express, y ellos me daban el papel verde, el mismo proceso, pero a la inversa, de lo que había hecho hace dos años. No iba a ser tan sencillo.

Mi primer problema fue que no tenía mi credencial de esclavo. O como dice la ley que impuso la obligatoriedad del DNI, mi  «Identificación, registro y clasificación del potencial humano nacional [PDF], que después de haberlo perdido no me tomé la molestia de recuperarlo. A pesar de tener conmigo el registro de conducir, la credencial de la facultad, y la credencial de un club, todas ellas con foto, nombre y número de documento, pero nada de eso sirve, el DNI o nada.

El segundo problema fue que de haber podido cobrar mis 100 dólares, el Banco Central obligaba a American Express a entregarme pesos, es decir, me pesificaron los dólares. En cualquier otro país del mundo al que vaya, a cambio de los cheques de viajero tienen que cumplir lo que dice el papel: «Pay this cheque to the order of  _____________ «. En Argentina no me pagan lo que dice el cheque (U$S 50), me dan   pesos, y a un cambio desfavorable: 4,34 cuando el dolar paralelo se encontraba a 5,75. Mal negocio para mi, excelente negocio para el Banco Central.

Esta estafa promovida por el Banco Central, y a la que American Express no le importa ser cómplice (continúa vendiendo estos cheques), es una muestra más de situaciones que se dan todos los días, en las que no se puede realizar ninguna acción que escape el control del estado. Los Traveller’s Cheque de American Expreess, que sólo pueden ser cobrados contra presentación del DNI, y por un valor muy inferior a lo que figuran en la cara del cheque, son un comprobante muy claro del momento que  vivimos.  Que no es como diría Hayek, un «camino a la servidumbre», si no más bien ya nos encontramos en un estado de servidumbre, y lo consiente la gran mayoría, todos los días, todo el tiempo.

Bienvenidos a 1984.