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La maquina de adoctrinar

Cuando el diario Tiempo Argentino, sostenido casi exclusivamente por publicidad oficial, hace una nota sobre el proyecto que viene desarrollando una ONG durante 20 años en escuelas de gestión estatal y de gestión privada, cuyo fin es promover el espíritu emprendedor en chicos de primaria y secundaria, uno se da cuenta de la importancia que tiene para los defensores del poder estatal, defender el control que mantienen sobre el  sistema educativo.

A diferencia de lo que se cree, las escuelas no representan la herramienta de progreso que hace que la nueva generación sea más prospera que la anterior. No, son todo lo contrario. Las escuelas, en general, no educan, son la herramienta perfectas para que los que gobiernan puedan implantar su mensaje a cientos de miles de chicos y así sostener el modelo estatocentrico (donde el interés que debe primar ante todo es el del estado) mientras que incorporan los matices que propone eventualmente quien detenta el poder. El progreso no está en un sistema cruel que desindividualiza a los alumnos y anula sus curiosidades. El progreso está en la innovación que ofrecen mentes brillantes que pueden ofrecer de forma pacífica a la sociedad, el progreso se encuentra en el capital que generan esas innovaciones, entonces el progreso se encuentra en una sociedad voluntaria, pacífica y llena de libertad.

La importancia para el estado de controlar esas instituciones, similares a hospitales mentales, o cárceles, la admite una diputada en  la nota de Tiempo Argentino:

La legisladora Adriana Puiggrós, presidenta de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados de la Nación, se manifestó muy preocupada ante las consulta de Tiempo Argentino. “Me parece muy grave que entre a las escuelas públicas una fundación privada con su propio mensaje, sea cual fuere. Es la tercerización del discurso pedagógico y de la ideología educativa. Debería haber más controles del Estado”, sostuvo Puiggrós

Se sincera, lo grave no es el mensaje que se transmite, lo grave es que no sea el estado el que decida lo que van a leer esos chicos. Sería un horror que un día millones de personas se despertaran, que comenzarán a ignorar al estado, que entiendan que el futuro depende de ellos mismos, y no de la violencia que puedan lograr ejercer, a través del estado, en los demás. Sería un horror para aquellos que viven de parasitar al resto, o para los que les gusta digitar la vida de los otros, que exista esa clase de personas en un futuro.

La educación estatal, desde sus comienzos, ha sido concebida como una maquina de adoctrinar, ya sea para uniformizar a la sociedad de inmigrantes de finales y principios del S. XIX, para convertir a personas en objetos obedientes del estado y anular el pensamiento crítico, cualquiera sea el que lo ocupe, y por último,  garantizar obediencia al gobierno, esto último si tienen el tiempo para modificar los planes de estudio, los libros de texto y demás.

Lo preocupante de las distintas posiciones que se presentan en la nota de Tiempo Argentino, que por supuesto, solamente representan opiniones en un sólo sentido respecto de la excelente labor de Junior Achievement en las escuelas, es que todos dan por hecho de que tienen la potestad de imponer que es lo que deben estudiar no sus hijos, sino los hijos de los demás.

Como si se encontraran, por ser votados por un determinado numero de personas, en condiciones de diseñar las diferentes etapas en un proceso de aprendizaje, y peor aún ya que se trata de un solo plan para millones de personas únicas e irrepetibles.

Por supuesto, la solución no radica en la imposición de valores a los chicos, sean estos positivos o no a la causa de la libertad. Lo único que podrá generar una sociedad libre son personas libres, fundamentalmente, libres de el sistema de escolarización actual que oprime de una forma cruel a los niños moldeando sus mentes y su forma de pensar para que se conviertan en los conformistas del mañana, y aduladores del estado, de los que deciden lo que van a estudiar.

Fue el estado el que en primer lugar le expropió y se apropió de la potestad de los padres de elegir que educación brindarle a sus hijos. Al igual que con la riqueza, cuando el estado interviene, unos ganan y otros pierden, en este caso gana el estado y pierden todos lo demás.

En conclusión, un punto fundamental para colocar las piedras fundamentales de una sociedad libre es la posibilidad de que haya libre oferta de los contenidos educativos, y que ya no esté en manos de algún burócrata decidir sobre que van a estudiar los hijos de los demás, sino que sean los padres los que tengan a su disposición la posibilidad de elegir, no sólo contenidos, si no en que tipo de colegio y educación quiere que sus hijos estén, si es que no quiere educarlos en casa.

Mientras haya gente que no entienda que no tiene derecho a imponerle a los demás sus propios valores, su propia agenda, su propio plan de estudio, y se arrogue el poder de diseñar la sociedad a su antojo violentando el derecho de los padres, por un lado, e incorporando a los chicos en la maquina de adoctrinar, el sueño de una sociedad libre seguirá siendo eso, tan solo un sueño.