Cultura del Trabajo

Muchos añoran los viejos tiempos donde la Argentina se perfilaba como una potencia. Todos los dias llegaban  inmigrantes  de todas partes del mundo, especialmente de Europa,  dispuestos a trabajar, a generar riqueza, emprender  y poder de esa manera aumentar su bienestar y el de su familia.  Recordando aquellos tiempos, no es difícil escuchar a alguno por ahí decir que en la  Argentina se perdió «la cultura del trabajo» y que ahora nadie estaá interesado en trabajar.

Los inmigrantes, todavía lo hacen. Llegan de sus países de origen y abren fruterías, tintorerías, mercados, talleres textiles, entre muchos otros negocios. Verdaderos emprendedores que llegan al país con poco, anhelando tener un pequeño comercio familiar, y  terminan teniendo que contratar empleados, abren sucursales (los verduleros bolivianos se asocian con los mercadistas chinos), llegan con el espíritu emprendedor, ahorran y crecen. Sin dudas, su llegada a la Argentina es doblemente positiva: ellos están mejor, y además nos ofrecen bienes y servicios que necesitamos (sin duda, ambas cosas están interrelacionadas)

Por el contrario, entre los argentinos el espíritu emprendedor está alicaído, el trabajo sirve para el día a día, y ahorrar es una palabra casi desconocida para ellos.

Pero, ¿Cuál es la razón que se perdió ese espíritu de trabajo? No es difícil saber la respuesta. El gobierno propone incentivos que desalientan el trabajo.

Cada diez años los argentinos son robados por los diferentes gobiernos, hiperinflaciones, corralitos, expropiaciones, leyes de alquileres, imaginen algún instrumento que los gobierno tengan para atacar la propiedad, y seguro que fue usado por algún gobierno.  En consecuencia, el incentivo para ahorrar, y poder tener un futuro mejor es bajo o casi nulo.

Por otro lado, los inmigrantes, vinieron a Argentina para mejorar su situación, consideran este país menos peor que el suyo, y por lo tanto optan por emprender, ahorrar, crecer y desarrollarse, siempre y cuando el gobierno se los permita.

Otro de los factores por los que se perdió la «cultura de trabajo» son los famosos planes sociales. Cuando se le roba a Juan para darle a Pedro, mediante impuestos, suceden dos cosas, por un lado Pedro no va a aceptar ningún trabajo por igual o menor valor del plan que recibe (ni tampoco si es un poco mayor, con alguna changa puede reemplazar esos pesos más que cobraría, y seguir cobrando los planes sociales), por el otor lado, Juan, el robado, tiene  menos incentivos para trabajar y emprender si sabe le sacan la mitad del dinero que gana en concepto de impuestos. Lo mas paradójico de todo esto es que también le sacan a Pedro, para volver a dárselo.

El comerciante de Ituzaingó lo explica mejor que yo:

«Necesito gente y no consigo. Y lo peor es que sé que hay muchos por acá sin trabajo, pero vienen un rato, se van, y al otro día faltan. Después dicen que no hay trabajo. Quizá pesa el tema de los planes sociales, está la idea de no trabajar porque se pierde el plan… Trabajo hay, lo que pasa es que los jóvenes no quieren trabajar», dice, con algo de bronca, un comerciante de Ituzaingó.

En conclusión, la única manera de fomentar la «cultura del trabajo» no es imponiendo el servicio militar obligatorio, o más educación estatal, sino generando los incentivos adecuados: respeto por los derechos de propiedad y respeto por los acuerdos libres y voluntarios que se dan en la sociedad.

Solamente con eso se puede comenzar a caminar para adelante sin empujar a nadie para atrás.